El 25 de julio pasado marcó la fecha límite para que la mayoría de los pequeños negocios en España presentaran el Impuesto de Sociedades a través del modelo 200.

Cuando una empresa cesa su actividad económica, pero no se ha formalizado su disolución, se convierte en lo que se conoce como una sociedad inactiva. Esta situación puede surgir por diversas razones, como la falta de rentabilidad, conflictos entre socios o una decisión estratégica de paralizar temporalmente el negocio. A pesar de no operar activamente, estas sociedades siguen teniendo obligaciones legales, especialmente en el ámbito contable y fiscal, que deben ser atendidas para evitar sanciones o complicaciones futuras.

Obligaciones contables de las sociedades inactivas

Una de las principales responsabilidades de una sociedad inactiva es mantener sus obligaciones contables al día, tal como lo haría si estuviera operando normalmente. Según el Código de Comercio, mientras la sociedad esté inscrita en el Registro Mercantil, está obligada a llevar una contabilidad adecuada y a presentar las cuentas anuales.

La no presentación de estas cuentas puede acarrear sanciones significativas por parte del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC). Las multas por incumplir esta obligación pueden oscilar entre 1.200 y 60.000 euros. En el caso de empresas con un volumen de ventas superior a seis millones de euros, el importe máximo de la sanción puede elevarse a 300.000 euros por cada año de retraso. Aunque tradicionalmente las sanciones se aplican más a las sociedades activas, las autoridades fiscales y contables están utilizando medios tecnológicos más avanzados, lo que podría aumentar la vigilancia sobre las sociedades inactivas.

Otro aspecto crucial es que la obligación de presentar las cuentas anuales perdura mientras no se haya formalizado la disolución de la sociedad mediante la inscripción de la escritura de liquidación en el Registro Mercantil. Por tanto, es fundamental conservar toda la documentación contable y mercantil necesaria para cumplir con esta obligación.

Obligaciones fiscales de las sociedades inactivas

En el ámbito fiscal, las sociedades inactivas también deben cumplir con ciertas obligaciones. Una de las más importantes es la presentación del Impuesto de Sociedades (IS). Hasta que no se disuelva la personalidad jurídica de la sociedad, ésta debe seguir presentando las declaraciones de este impuesto, incluyendo los pagos fraccionados y la autoliquidación del IS. La sanción por no presentar el impuesto puede ser de 200 euros por cada ejercicio no declarado.

Sin embargo, una sociedad inactiva no está obligada a presentar el IVA, dado que no realiza ninguna actividad económica sujeta a este impuesto. Este es uno de los pocos alivios fiscales para las sociedades inactivas, ya que la mayoría de sus demás obligaciones fiscales se mantienen vigentes hasta la disolución formal.

Procedimiento para la disolución de una sociedad inactiva

Si una sociedad permanece inactiva por más de un año, la ley le exige que se disuelva. Para ello, debe asegurarse de que todas sus deudas estén saldadas. Si existen deudas pendientes, la sociedad no podrá disolverse hasta que se liquiden, lo que podría incluir la solicitud de un concurso voluntario en casos más complicados.

El proceso de disolución implica varios pasos. En primer lugar, la sociedad debe darse de baja en el censo de empresarios mediante la presentación del modelo 036 en la Sede Electrónica de la Agencia Tributaria. También es necesario formalizar la disolución mediante escritura pública e inscribirla en el Registro Mercantil.

Este proceso tiene un coste, que puede variar dependiendo de la situación patrimonial de la empresa. Por ejemplo, una sociedad con un capital social de 3.000 euros y patrimonio neto cero podría enfrentar costos mínimos entre 300 y 400 euros solo en trámites.

Conclusión

Convertirse en una sociedad inactiva no exime a las empresas de cumplir con sus responsabilidades legales y fiscales. Por el contrario, mantener al día estas obligaciones es crucial para evitar sanciones que podrían complicar aún más la situación financiera de la sociedad. Además, es importante planificar la disolución de la sociedad de manera ordenada y conforme a la ley, para evitar problemas futuros.

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